CABALLO DE GLASÉ

Los domingos sabían a paseo
por el Collado
Sabían al escaparate giratorio
de la Bollera
Sabían a ese tiovivo
donde yo siempre buscaba
mi caballo de galleta
y azúcar glasé
Esa fue mi primera paga
Y la racionaba muy bien
Sentado en un banco
en la Plaza Mayor,
practicaba siempre
el mismo ritual.
Primero comía
una por una las patas,
luego la cola, la cabeza,
y al final, cuando sólo
quedaba el cuerpo,
lo miraba unos segundos
y lo metía en mi boca,
mezclando el ansia
con un puñado de satisfacción
y una pizca de tristeza.
Y guardaba el sabor
bajo la lengua
hasta el domingo siguiente.
Aquella paga
la exprimía
hasta la última peseta
Después vinieron otras pagas,
cada vez más altas,
otros caballos sin patas,
con sabor a cerveza
con cuatro ruedas,
con puertas y ventanas,
con arena de playa,
caballos y pagas
que nunca supieron
a nada
Ahora ya no sé
lo que vendrá,
pero por mucho dinero
que tenga,
por muchas pagas
que consiga juntar,
nunca tendré lo bastante
para pagar el morder
una sola de las patas
de un caballo de aquellos
de galleta y azúcar glasé

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